“Soy un maximalista que vive en una casa minimalista”, confesó Jeremy Scott en el backstage de Moschino, refiriéndose al contraste entre su colección de Moschino dorada hasta la empuñadura y sus excavaciones de John Lautner en Los Ángeles, que considera es “89 por ciento de vidrio”.
El escenario del espectáculo combinó los dos mundos, recreando la escena final de “2001: A Space Odyssey” con su piso blanco iluminado y molduras francesas ornamentadas y decoración Luis XVI.
La caprichosa escena “Sé nuestro invitado” de la película animada “La bella y la bestia” de Disney también me vino a la mente una vez que salió la ropa, con cucharas enloquecidas como botones, teteras como bolsos y candelabros como sombreros de noche.
Con una sudadera con el logotipo que decía “Gilt Without Guilt”, Scott explicó detrás del escenario que decidió transformar los llamativos tropos de una vieja mansión en ropa, lo que produjo una serie de bromas visuales: una chaqueta de cama acolchada convertida en un vestido de cóctel, completo con una filigrana cabecera; un vestido de noche negro con hombros salientes como marcos de cuadros; y una pantalla de coromandel que no intentaba ser otra cosa, tambaleándose alrededor de la modelo mientras navegaba por la pasarela.
Como entretenimiento de moda, fue un puntazo, desde la luz de lectura y los sombreros con pantalla de flecos de Stephen Jones hasta el vestido final francamente tonto con un arpa dorada de tamaño natural que brotaba de la espalda, sus cuerdas adornadas con cuentas de cristal.
Algunas de las prendas surgidas de los muebles eran sorprendentemente ponibles, incluido un tapiz trabajado como un chaleco largo y delgado para los trajes blancos y negros que se abrían en la Rue Cambon, reemplazando los botones dorados con manijas de grifos fríos y calientes.
Bella y Gigi Hadid se sumaron a la diversión, adoptando sus mejores poses al estilo Dovima antes de que Scott saliera para su reverencia con un traje espacial rojo, un parecido al Dr. David Bowman en la película de Stanley Kubrick.